El vino es, posiblemente, la bebida con más historia en la humanidad. Si bien es cierto que el agua es fundamental para la vida, el vino ha estado presente en la historia desde tiempos remotos. Tal y como afirmó una vez el célebre escritor francés François Rabelais: “El vino es lo que más ha civilizado al mundo”.
Hoy queremos adentrarnos en la historia para conocer de cerca la relación que tienen la mitología y el vino. Y es que en las civilizaciones griegas y romanas, esta bebida ha tenido más importancia de la que podemos imaginar.
Dionisio, hijo de Zeus y Sémele, era el dios del vino en la mitología griega. Siempre se le ha representado junto a un racimo de uvas, una pantera y un leopardo. Según cuenta la leyenda, cuando Dionisio era joven descubrió la viticultura y se dedicó a ella. Sin embargo, Hera, esposa del dios Zeus, consumida por los celos le hizo enloquecer.
La diosa Rea curó al joven de su locura, y desde entonces Dionisio se dedicó a enseñar todo lo que sabía acerca del vino y de su producción en otros lugares, como en la India. En definitiva, en la cultura mitológica griega se considera que Dionisio fue quien inventó el vino.
La mitología cuenta que Dionisio estaba enamorado de Ampelo, y aunque son varias leyendas las que cuentan su muerte, todas están relacionadas con la vid. Tanto es así, que actualmente la Ampelografía es la ciencia que estudia las variedades de vid, y debe su nombre a este personaje mitológico.
En cuanto a la mitología romana, el dios del vino era Baco, hijo de Júpiter. Según cuenta la leyenda, cuando Baco encontró por primera vez una vid, la plantó en un hueso de águila, pero creció rápidamente y la tuvo que plantar en un hueso de león, ocurrió lo mismo y la terminó plantando en un hueso de asno.
Baco, al igual que Dionisio, transmitió muchos conocimientos acerca del vino y su producción a los humanos. Cuando lo hacía, explicaba a través de su experiencia los efectos del vino. Decía que si bebían moderadamente se pondrían alegres como pájaros. Si bebían más de la cuenta se convertirían en leones y los problemas comenzarían. Y si aún bebían más, serían como asnos y cometerían todo tipo de insensateces.
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